La única intención de don Roberto es tratar de favorecer a los más pobres de su comunidad, a la cual no pueden acceder los vehículos.
Hay quienes aseguran que no hay mano más amiga que la de un mexicano, pues su solidaridad, apoyo y empatía siempre se hacen presente en medio de las dificultades; y justo esto es lo que el taxista Roberto Castro ha mostrado con una noble y desinteresada labor.
El hombre es habitante de la comunidad de San Bartolo Tutotepec, la cual forma parte de la sierra otomí de Hidalgo, uno de los sitios más remotos en la entidad, en donde ni siquiera existen caminos por los que puedan transitar los vehículos.
Con una silla amarrada a su espalda, Roberto Castro traslada a los enfermos de Covid-19 o de cualquier otra enfermedad, desde la sierra hacia uno de los centros de salud de la zona o hacia algún hospital.
Este hombre de 42 años comenzó a hacer esta labor para ayudar a sus vecinos y amigos que viven en zonas rurales apartadas, luego de que el pasado mes de junio un joven llegara al sitio de taxis de la colonia Valle Verde donde trabaja Roberto para pedir un servicio urgente.
El muchacho tenía urgencia de llevar a su mamá, una mujer de entre 70 y 80 años de edad, de la comunidad El Candeje hacia el Hospital Regional Otomí-Tepehua.
No obstante, el acceso a la comunidad estaba muy accidentado y el taxi de Roberto no pudo pasar, por lo que el también músico regional tomó la decisión de acompañar al joven y en medio de la urgencia y desesperación, colocar a la señora en una silla y cargarla sobre sus hombros.
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“Amarramos (con un rebozo azul) a la señora a la silla (del estómago) con mucho cuidado pues tenía mucho dolor y así nos la trajimos hasta el taxi. Cuando me cansaba, el hijo de la señora me ayudaba”.
Cuando al fin llegaron al taxi, se trasladaron al Hospital Regional Otomí-Tepehua, para que la adulta mayor recibiera la atención médica.
Aunque no preguntó de qué estaba enferma, a la semana siguiente, supo que a la señora la dieron de alta a los dos días. Eso lo alegró.
A partir de ese momento Roberto inició esta labor la cual es ofrecida las 24 horas, los siete días de la semana de forma gratuita, pues asegura que su única intención es tratar de favorecer a los más pobres de su comunidad.
Pero además de ayudarlos a salir de sus casas y caminar con ellos por pequeños senderos cubiertos por el follaje de árboles de café y con la neblina hasta el suelo, el hombre tampoco les cobra, mucho menos a las personas enfermas.
“Yo cuando los llevo al hospital y me sacan el billetito para pagarme les digo: ‘no señores, usen el dinero para ayudar a su enfermo, para comprarse un juguito o una agüita. mí no me paguen, mejor ocupa ese dinerito para los medicamentos, para un taco o para lo que se ofrezca’, hay que ser solidarios”.
Para cubrir sus gastos, Roberto trabajaba como taxista, sin embargo, recientemente la policía estatal le quitó uno de los dos vehículos con los que salía a trabajar, esto porque no contaba con la concesión que lo acreditaba para ejercer este oficio.
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