Los bancos juegan un papel protagónico en un momento en el que la economía se enfrenta a mayores riesgos y a la volatilidad financiera
El 19 de diciembre de 2019, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la resolución que designaba el 4 de diciembre como el Día Internacional de los Bancos en reconocimiento al importante potencial de los bancos multilaterales de desarrollo y otros bancos internacionales de desarrollo a la hora de financiar el desarrollo sostenible.
Asimismo, la resolución reconoce la contribución vital de los sistemas bancarios de los Estados miembros a la mejora del nivel de vida.
Previamente, en septiembre de 2015, la Asamblea se había marcado una serie de objetivos. En la resolución titulada “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, adoptó un amplio conjunto de Objetivos de Desarrollo Sostenible y metas universales y transformativos, de gran alcance y centrados en las personas, con el compromiso de trabajar sin descanso a fin de conseguir la plena implementación de la Agenda a más tardar en 2030.
En dicha resolución la Asamblea reconoce, además, que la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, incluida la pobreza extrema, es el mayor desafío al que se enfrenta el mundo y constituye un requisito indispensable para el desarrollo sostenible.
Los Objetivos buscan alcanzar el desarrollo sostenible en tres dimensiones —económica, social y ambiental— de forma equilibrada e integrada. Porque lograrlo, en particular la erradicación de la pobreza, la reducción de la desigualdad y la lucha contra el cambio climático, requiere una perspectiva de largo plazo, y que los Gobiernos, el sector privado y la sociedad civil colaboren para hacer frente a los desafíos mundiales.
Sin embargo, un mundo más inseguro genera un comportamiento de más corto plazo. Las empresas privadas, muchas de las cuales ya se enfrentan a una serie de incentivos de corto plazo, son reacias a comprometer fondos para proyectos de inversión de largo plazo. Durante períodos de inseguridad financiera, los hogares suelen centrarse en sus necesidades inmediatas.
A su vez, los encargados de la formulación de políticas suelen regirse por ciclos políticos de corto plazo. Por tanto, es necesario actuar a todos los niveles.
El fortalecimiento de la acción colectiva puede ayudar a reducir la incertidumbre mundial, al tiempo que la innovación financiera puede generar progresos significativos cuando la economía mundial se enfrenta a mayores riesgos y a la volatilidad financiera, con un crecimiento mundial que probablemente haya alcanzado su nivel máximo.
Los factores geopolíticos, las controversias comerciales, la volatilidad de los mercados financieros y factores no económicos, como los riesgos del cambio climático, obstaculizan aún más el crecimiento, la estabilidad y el desarrollo y contribuyen al aumento de la pobreza, la desigualdad y la vulnerabilidad.
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Cada vez es más urgente abordar los riesgos económicos y financieros sistémicos y las deficiencias estructurales que ponen en peligro la implementación de la Agenda 2030.
Las debilidades del sistema financiero mundial podrían plantear mayores riesgos para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Entre esos riesgos se encuentran la volatilidad de las corrientes internacionales de capital, resultantes del carácter de corto plazo de muchos elementos de los mercados internacionales de capital; la persistencia de los desequilibrios mundiales; los problemas de sostenibilidad de la deuda en los sectores público y privado; y el creciente poder de monopolio y políticas de competencia menos eficaces.
Así, a mediano y largo plazo, los cambios en el sistema monetario internacional, en particular los relacionados con el ajuste externo y los desequilibrios mundiales, podrían aumentar la volatilidad financiera, en particular en un período de incertidumbre política.
Ese hecho pone de relieve la importancia de fortalecer la cooperación internacional y de garantizar recursos suficientes y una cobertura completa en la red de seguridad financiera mundial.
En el marco de la actual estructura financiera, el riesgo cambiario relacionado con la financiación internacional necesaria suele ser asumido por los agentes de los países en desarrollo que menos capacidad tienen para gestionarlos.
Los bancos nacionales de desarrollo bien administrados pueden ayudar a los países a elaborar opciones de financiación para las inversiones relacionadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Estas instituciones deberían ajustarse a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de manera holística y tenerlos en cuenta en marcos nacionales de financiación integrados.
No obstante, debemos tener en cuenta que las políticas de financiación no funcionan de manera aislada. Los marcos de financiación integrados no solo deberían responder a las dificultades de financiamiento, sino también a las realidades de un panorama mundial cambiante.
Por ejemplo, para luchar contra la desigualdad, incluida la desigualdad de género, las políticas nacionales deberán ocuparse de la reducción de la proporción de los salarios, el aumento de las vulnerabilidades, la digitalización y la creciente concentración del mercado, entre otras cuestiones.
Los Gobiernos deberían volver a examinar sus políticas laborales, sistemas de protección social, políticas fiscales, políticas sobre competencia, políticas comerciales y normas y estrategias relativas al sector financiero para asegurarse de que estén en consonancia con las nuevas realidades, de cara al mundo post pandemia.
IPr
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