Durante el periodo 2018-2019, el mayor número de atentados mortales contra periodistas se produjo en la región de América Latina y el Caribe
El 18 de diciembre de 2013 la Asamblea General aprobó su primera resolución relativa a la seguridad de los periodistas y la cuestión de la impunidad en la que se condenaba todo tipo de ataques contra los trabajadores de los medios de comunicación, proclamando el 2 de noviembre como el Día Internacional para poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas.
La fecha se eligió en conmemoración del asesinato de dos periodistas franceses en Malí en 2013 y esta histórica resolución insta a los Estados Miembros a que tomen medidas concretas para prevenir las agresiones contra los periodistas, asegurar que los responsables sean llevados ante la justicia y garantizar el derecho de las víctimas a las reparaciones.
Asimismo, exhorta a los Estados a promover un entorno propicio y seguro en el que los periodistas puedan realizar su labor de manera independiente y sin interferencias.
La seguridad de los periodistas es vital para que las sociedades y las democracias tengan acceso a una información diversa e independiente. También lo es para promover el diálogo intercultural, la paz y el buen gobierno.
Sin embargo, en los últimos 14 años (2006-2019), lamentablemente, 1200 periodistas han sido asesinados por cumplir con su labor de informar al público. En uno de cada diez casos los asesinos salen impunes.
El número de periodistas asesinados entre los años 2018 y 2019 descendió un 14 % en relación con el bienio anterior.
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No obstante, pese a la disminución, América Latina y el Caribe registran el mayor número de homicidios a estos profesionales a nivel mundial con el 31 %, seguidos por la región de Asia y el Pacífico con el 30%, según destaca un nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
La impunidad trae consigo más asesinatos y, a menudo, es síntoma de un recrudecimiento del conflicto y del quebrantamiento de la ley y del desmoronamiento del sistema judicial.
Estas cifras no incluyen otros crímenes contra los periodistas como la tortura, las desapariciones, las detenciones arbitrarias, la intimidación o el acoso. Además, las mujeres periodistas corren más riesgos, entre otros, los de sufrir agresiones sexuales.
Es preocupante que menos de uno de cada diez casos de crímenes cometidos contra los trabajadores de los medios de comunicación durante la pasada década haya culminado en una condena.
Esta impunidad tiende a envalentonar a los autores de dichos crímenes, y, al mismo tiempo, tienen un efecto paralizador en la sociedad, incluyendo a los mismos periodistas. La impunidad genera más impunidad, dando lugar a un círculo vicioso.
Cuando las agresiones a los periodistas permanecen impunes, se envía un mensaje extremamente negativo: o sea, que contar “verdades embarazosas” o expresar “opiniones indeseadas” podría poner en problemas a la gente común.
Además, la sociedad pierde así la confianza en su propio sistema judicial, cuyo deber es proteger a los ciudadanos de cualquier agresión a sus derechos. Los autores de crímenes contra los periodistas son alentados por el hecho de agredir a sus objetivos sin tener siquiera que dar cuentas a la justicia.
La UNESCO teme que esta impunidad dañe a la sociedad en su conjunto al encubrir graves abusos de los derechos humanos, corrupción y otros crímenes.
El tipo de noticias que son “silenciadas” es exactamente el tipo de información que la opinión pública necesita conocer. Puedes leer historias de algunos periodistas en el sitio de la UNESCO #TruthNeverDies (la verdad nunca muere).
IPR
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