La historia de Yugoslavia se remonta a la disolución de los Imperios otomano y austrohúngaro tras concluir la Primera Guerra Mundial
Fue el 8 de octubre de 1991 cuando el Parlamento de Croacia aprobó la decisión de romper todos los vínculos con la República Socialista Federativa de Yugoslavia para convertirse en un estado soberano e independiente.
Al año siguiente, en 1992, fue reconocida por la Comunidad Económica Europea, antecesora de la Unión Europea (UE), cerrando así un capítulo de la historia marcado por la caída de la Unión Soviética y la muerte a los 87 de Josip Broz Tito en 1980, el unificador de Yugoslavia –territorio que se desintegró como reino en medio de la Segunda Guerra Mundial–, siendo jefe de Estado desde entonces.
Siempre apasionante, la historia de Yugoslavia se remonta a la disolución de los Imperios otomano y austrohúngaro tras concluir la Primera Guerra Mundial, y en 1918 el rey Pedro I de Serbia proclamó el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos.
Pero en 1929, después de once años de hostilidades entre los distintos pueblos que componían el territorio y el desacuerdo por la forma de gobierno, pasó a llamarse oficialmente el Reino de Yugoslavia bajo la dictadura Alejandro I, descendiente directo de Pedro I.
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La disolución de Yugoslavia está claramente relacionada en el contexto del fin de la Guerra Fría y la desaparición de otros países del bloque oriental como Checoslovaquia o la URSS, y se produjo como resultado de una serie de agitaciones políticas y conflictos durante la década de 1990.
Teniendo como antesala un periodo de crisis política en la década de 1980 y una serie de problemas no resueltos que causaron cruentos conflictos bélicos, conocidos como guerras yugoslavas que afectaron principalmente a Croacia, Bosnia y a la zona de Kosovo.
El proyecto político de Tito se basó en un comunismo independiente que reprimió las nacionalidades como estrategia de unificación, por lo que a su muerte, resurgió el sentimiento nacionalista en los Balcanes, acentuado por las diferencias religiosas: el cristianismo católico, el ortodoxo y el islam.
El 25 de abril de 1991, el Parlamento de Croacia decidió celebrar un referéndum sobre la independencia el 19 de mayo, ofreciendo dos opciones.
Por un lado, que Croacia se convertiría en un Estado soberano e independiente, garantizando autonomía cultural y derechos civiles a los serbios y otras minorías. La otra opción era seguir en Yugoslavia como un Estado federal unificado.
Sin embargo, las autoridades locales serbias convocaron a un boicot del voto, el cual fue ampliamente seguido por los serbocroatas. Finalmente, con una participación del 83.56 % del total del electorado, la independencia tuvo el 93.24 % de votos a favor, contra un 5.38 % que votó por permanecer en Yugoslavia.
Posteriormente, Croacia declaró su independencia y disolvió su asociación con Yugoslavia el 25 de junio de 1991, comenzando el proceso que dio paso a seis nuevas repúblicas soberanas: Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia del Norte y Serbia, –y, para muchos el fin del comunismo como modelo económico–.
IPR
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