Aproximadamente, la lluvia duró 40 horas. El nivel del agua alcanzó un poco más de dos metros y la ciudad permaneció inundada cuatro años
El 22 de septiembre de 1629 la Ciudad de México amaneció anegada luego de 36 horas ininterrumpidas de lluvia.
Al contrario de los días que nos ha dejado el clima este última semana, el impacto de la caída de agua en ese momento fue tal que la capital prácticamente desapareció; de hecho sólo la plaza mayor quedó intacta,
Debido a los daños ocasionados, el gobierno virreinal tomó la decisión de construir un canal para drenar la cuenca lacustre de México. La inundación duró de 1629 a 1633 y las pérdidas fueron cuantiosas.
En detalle, la inundación comenzó del 21 de septiembre de ese año. Aproximadamente, la lluvia duró 40 horas. El nivel del agua alcanzó un poco más de dos metros y la ciudad permaneció inundada durante años; algunos reportes indican que cinco años y otros que cuatro. También se reporta que de las 20 mil familias de españoles que había en esos momentos en la ciudad, solo permanecieron 400.
Tan importante fue el desastre que el virrey en turno, Rodrigo Pacheco y Osorio, III Marqués de Cerralbo, implementó varias medidas; no solo para aliviar la situación, sino para evitar que más personas dejaran la ciudad.
Condiciones previas
Evidentemente, el enorme encharcamiento fue causado porque Tenochtitlan fue fundada en la parte más baja de la cuenca de México. Los españoles, a pesar de conocer los problemas de hundimiento de suelo, decidieron establecer ahí la capital de la Nueva España; en realidad, por razones políticas.
Sumado a la ubicación geográfica, hubo otros cambios que resultaron en la subida del nivel de aguas; tales como: cambios medioambientales, deforestación y la expansión de cultivos que resultó en la erosión de la tierra.
Cabe destacar que estos mismos factores devinieron en una serie de acontecimientos que terminaron en la gran inundación. En 1555 se presentó una inundación y los españoles construyeron un muro llamado Albarradón de San Lázaro. Para 1604 se presentó la inundación más grande que se había tenido desde la caída de Tenochtitlán. Se dijo que el Albarradón de San Lázaro no pudo contener el agua; todo porque sus materiales fueron saqueados durante mucho tiempo. Para 1607 subió el nivel del agua del río Azcapotzalco y se inundó, otra vez, la ciudad.
Después de estos eventos, se aprobó la construcción del Tajo de Nochistongo para sacar el agua de la ciudad; un túnel que tendría una longitud de 6,600 metros, ancho de 3.50 y altura de 4.50 metros. No obstante, para el 21 de septiembre de 1629, una fuerte lluvia, que llamaron “el diluvio de San Mateo”, se prolongó aproximadamente durante 40 horas y derrumbó el tajo de Nochistongo. Durante el transcurso de las horas, la ciudad quedó bajo el agua; la cual alcanzó un nivel superior a dos metros.
La Gran inundación
La ciudad quedó bajo el agua, muchas casas se derrumbaron, otras estaban inundadas y sus habitantes solo podían estar en el segundo piso. Además de lo estructural, las condiciones eran insalubres, la carestía y la enfermedad abundaron. Aproximadamente 30 mil personas murieron en los siguientes años debido a estas condiciones. Además, la inundación provocó que muchas personas emigraran de la ciudad y, en su mayoría, se asentaran en Puebla.
Ante la situación, el virrey decidió pedir un préstamo de 6 mil pesos a la península que se destinarían a comprar y distribuir comida diariamente. También se construyó una especie de puentes de madera para que fuera posible cruzar de un edificio a otro.
En adición, se hicieron canoas para transportarse dentro de la ciudad. Además, para evitar que más casas se derrumbaran, se ordenó que cada propietario construyera una barda pegada a su pared para evitar que los cimientos se debilitaran.
Finalmente, el virrey ordenó que continuara la construcción del desagüe de Huehuetoca; mismo que después de ser abierto el día de la inundación, quedó dañado por el agua. Gracias a esta estructura se logró, poco a poco, ir sacando el agua.
Cabe destacar que existía la creencia de que las fuertes lluvias fueron un castigo a los pecados de la ciudad. Muy seguido se daban misas en azoteas o balcones para purgar las almas de los condenados.
También es de notar que el ayuntamiento no permitió al virrey cambiar la sede de la capital a otra ciudad, en razón de los costos para reconstruirla.
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CAB