Pasajes históricos que no necesariamente sucedieron de la forma en que hemos creído, pero que ayudaron a construir la identidad de México
A 210 años del inicio de la Gesta por la Independencia de México, es buen momento de hacer un repaso por aquellos pasajes históricos, que no necesariamente sucedieron de la forma en que hemos creído, pero que ayudaron a construir la identidad del país.
El origen de todo
No es que los conspiradores de Querétaro tuvieran un adelantado sentido social que los motivara a rebelarse contra las desigualdades sociales alentadas por la minoría privilegiada de la nobleza española y quisieran luchar por los criollos, mestizos e indios.
La realidad es que, en junio de 1808 la monarquía española había sido derrocada por el emperador francés Napoleón III, por lo que la corona pasó a estar en manos de lo que consideraban un gobierno extranjero.
El Grito
Siendo honestos, el cura Miguel Hidalgo y Costilla no llamó a las armas contra la corona española durante la madrugada del 16 de septiembre de 1810. O sea, sí es cierto que los insurgentes fueron descubiertos con sus planes conspirativos en Querétaro, pensados para llevarse a cabo en diciembre de ese año, en las fiestas de San Juan de los Lagos.
Y como el 16 de septiembre cayó en domingo, Hidalgo llamó a misa y como era día de mercado, una vez que había bastante gente reunida afuera de la iglesia de Dolores, llamó a sus los feligreses a luchar por la religión, por Fernando VII y contra el mal gobierno… francés.
La Corregidora
Josefa Ortiz de Domínguez, la Corregidora de Querétaro, no era esa señora agria, malencarada y avanzada en años que tenemos idea gracias a las monografías de la primaria. Mas bien era una mujer de 41 años, de buen ver (para la época) y bastante fogosa, y por eso se dice que mantenía un amorío con Ignacio Allende, que era el codiciado soltero del momento.
El estandarte de la virgen
Aunque Miguel Hidalgo sí era guadalupano, no tenía pensado tomar la imagen de la Virgen de Guadalupe como bandera del movimiento insurgente, sino que unas horas después del haber hecho el llamado a las armas, llegó a la iglesia de Atotonilco para descansar, y al salir de la sacristía tras escuchar alboroto al exterior, vio que la muchedumbre había tomado una imagen de la virgen que era vitoreada, lo que aprovechó para tomarla como estandarte de su lucha.
El padre de la patria
Es cierto que Miguel Hidalgo y Costilla comenzó la rebelión, lo cierto es que no se destacó como estratega militar y unos meses después fue abatido por las tropas realistas, siendo aprehendido junto con Ignacio Allende, Juan Aldama y José Mariano Jiménez, terminando fusilados y decapitados, con sus cabezas exhibidas al exterior de la Alhóndiga de Granadita en Guanajuato.
En la lucha por la independencia de México que siguió en los próximos diez años, se sumaron (con mejores resultados) José María Morelos y Pavón, fray Servando Teresa de Mier, Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide.
El pípila
El relato cuenta que un carbonero de nombre Juan José Rayas (o De los Reyes) recibió durante una batalla la orden por parte de Hidalgo de que incendiara la puerta de la Alhóndiga de Granaditas, y para tal efecto, echó sobre su espalda una pesada losa para protegerse de las balas y así avanzar, permitiendo el ingreso de las tropas insurgentes al interior del importante edificio de Guanajuato, donde se resguardaban los españoles.
Sin embargo, la realidad es que este pasaje histórico se trata de una ficción construida con el objetivo de unificar a las clases sociales, dando un sentido de heroicidad, y hacer un icono de la lucha insurgente en México.
Sentimientos de la Nación
Ya sabemos que no los escribió Vicente Guerrero, como alguien nos contó hace poco. Pero el mito sobre este texto que escribiera el cura michoacano José María Morelos y Pavón, es que haya tenido un carácter independentista, pues más bien se oponía al Estado laico, proponiendo que el catolicismo fuera la religión única en México, sin tolerancia hacia un culto diferente, y que se respetara al papa.
Abrazo de Acatempan
En la parte final, Vicente Guerrero quien se convirtió en el líder más importante del movimiento insurgente, y tras enfrentamientos con Agustín de Iturbide, comandante en jefe del ejército realista, alcanzaron un acuerdo para poner fin al conflicto armado y se encontraron en Acatempan, donde supuestamente se dieron un abrazo como símbolo de reconciliación, con la finalidad de derrocar al virreinato y formar una república.
Sin embargo, muchos afirman que esto no haya tenido lugar, dado que Guerrero padecía de vitiligo y en esa época se pensaba que era una enfermedad contagiosa, e Iturbide al temer un posible contagio, habría evitado el contacto con su adversario.
La Güera Rodríguez
Contrario a lo que se maneja en la mayoría de los libros sobre la historia de la independencia de México, las grandes gestas no fueron protagonizadas o ideadas solamente por hombres, también hubo mujeres que fungieron un papel decisivo a lo largo del tiempo, pero han quedado relegadas a los entretelones históricos. Una de ellas es La Güera Rodríguez.
María Ignacia Rodríguez de Velasco de Osorio Barba y Bello Pereyra, era una connotada criolla que se desenvolvió en la alta sociedad del México Colonial, descrita como una mujer de notable destreza mental y habilidad social que mantuvo un amorío con Agustín de Iturbide, motivándolo a que concretara la «libertad mexicana».
Valiéndose de una imagen de frívola socialité, supo aprovecharse de su belleza física y conexiones sociales, para financiar el movimiento insurgente, además de obtener información privilegiada, siendo la mente que orquestó la “Consumación de la Independencia”.
IPR
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