Aunque no había sido fácil, nada había cimbrado tan fuerte el patrimonio de Paty a lo largo de una década, nada, excepto la pandemia de Covid-19
Corría el año 2007, la familia Rivera atravesaba por una severa crisis familiar y económica, la abuela Rafaela acababa de fallecer y Juan había perdido su trabajo.
Los gastos de la casa apremiaban, cuatro hijos en la escuela, más de diez animales recogidos de la calle y el pago de un tratamiento para aliviar un dolor crónico en las rodillas de Juan urgían la obtención de alguna entrada económica que sostuviera a la familia.
Fue en ese panorama que Paty un día se levantó, desesperada y urgida por la situación que vivía su familia y tomó ropa de su clóset, zapatos, juguetes que ya usaban sus hijos y otras donaciones para ponerlos a la venta y obtener algo de dinero para comer.
El pequeño negocio familiar comenzó sus primeras ventas, y poco a poco el improvisado localito fue adquiriendo forma gracias a la participación de toda la familia, que vendiendo dulces para sostener sus estudios universitarios y ayudar en casa, aportaron sus talentos para crear una fuente de ingresos propia.
Con esfuerzo y sacrificio los estantes soldados por Juan, que con algunas nociones de herrería se las ingenió para crear un exhibidor, se fueron llenando de coloridas bufandas en forma de gato cosidas por la hija mayor, bolsas de mezclilla recicladas de pantalones viejos con mariposas y ramilletes de flores creadas con fomy por Paty, figuras talladas en jabón y en gis hechas por Juanito, y paulatinamente la tienda comenzó a incluir regalos.
Como la familia es conocida por sus vecinos por ser amantes de los gatos y recoger animalitos desvalidos de la calle, fue normal que el negocio se llamara La Casa de los Gatos, y alegremente fue decorada con los rostros de todos los peludos que en ese momento dependían del sustento familiar.
Los rostros de la Güera, Halloween, Tiburoncín, Pimpi, Salem, Taz, Yoda, Max, Monito, las Vaquitas, el Latoso, la Negra y la Pecas se plasmaron en la fachada del negocio ubicado en la colonia Hank González, dentro del poblado municipio de Ecatepec.
Los hijos crecieron, se independizaron y florecieron, y el negocio siguió en pie. Enfermedades vinieron, divisiones familiares se dieron, pero el negocio continúo abriendo diariamente, y aunque no ha sido fácil, nada parecía podría derrumbar ese patrimonio levantado con lágrimas y sonrisas… nada, excepto la pandemia de Covid-19.
Desde febrero pasado Paty, de 60 años de edad que padece diabetes e hipertensión y no está asegurada a ningún servicio médico, se vio obligada a bajar la cortina de su negocio a causa de una enfermedad que la mantuvo internada en un hospital particular más de una semana.
Sus hijos pidieron un préstamo para poder liquidar la cuenta del hospital, y así pudo volver a su casa para continuar con una recuperación que la incapacitaría más de un mes.
Sin embargo, cuando Paty se sintió con la fuerza suficiente para retomar su actividad comerciante, la cual había sido sustentada principalmente por su hija menor, el coronavirus la obligó a cerrar indefinidamente.
Al estar ubicados en el municipio con más casos de Covid-19 en el Estado de México, y en medio de una población que no cree en la existencia del virus, Paty ha mantenido las puertas de su local cerrado por más de dos meses.
Solventando los gastos de la casa apoyada por sus hijos, toda la familia se vio golpeada por esta crisis sanitaria y económica que dejó sin trabajo regular a dos de ellos y con la mitad de la paga de su salario quincenal a los otros dos, quienes dividen gastos para también solventar sus propios hogares.
Con diversas deudas que pagar a raíz de los préstamos solicitados para cubrir la cuenta del hospital y algunas reparaciones urgentes dentro del hogar, además de la manutención de los animalitos, la posibilidad de que el negocio subsista es casi nula.
Sin dinero para invertir y siendo uno de los sectores no indispensables, la tienda de regalos ha buscado adaptarse a las nuevas necesidades de los clientes que piden cubrebocas caseros y pasadores, sin embargo, la falta de dinero ha hecho imposible siquiera tener para estos insumos básicos.
“Me parece muy injusto que todo el esfuerzo que pusimos a lo largo de años, se venga abajo. Duele mucho que lo que levantamos con tanto amor se terminé en cuestión de meses“, señala Paty con lágrimas en los ojos.
Aunque han tratado de vender los pocos productos de bisutería, maquillaje, regalos para niños, ropa para mujer, vestidos para fiestas, productos de papelería con los que todavía cuentan a través de sus redes sociales (pulsa AQUÍ para contactar con ellos), la situación para esta familia mexicana se torna tan crítica que comienzan a analizar la posibilidad de rematar todo y poner en renta el local familiar.
No obstante, esa posibilidad también se ve lejana por el hecho de que las personas que están interesadas en el espacio tampoco tienen dinero para pagar la renta por adelantado, y le piden a la dueña que se los rebaje a la mitad del precio pues ellos también forman parte de la estadística que las autoridades, de forma fría y sin rostro, señalan serán parte de ese 19% en la caída de la economía nacional.
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