Ante el panorama de la pandemia, gobernadores de toda la República, han sido enfáticos en corregirle la plana al gobierno federal, específicamente al IMSS
Me pregunto: ¿cómo demonios llegamos a esto?, ¿En qué momento nos extraviamos? cuando vale más la confrontación que la vida del otro. Cuando los intereses económicos han empujado a algunos a ordenar a sus jilgueros que deliberadamente ataquen la base de la credibilidad de la autoridad mientras atravesamos por uno de los momentos más graves de nuestra historia.
Tan sólo en la Ciudad de México se han presentado 2,299 casos confirmados del Coronavirus con 178 defunciones, según cifras oficiales y si atendemos al modelo centinela, podríamos hablar de casi 19 mil contagios y una cifra perdida de fallecidos diagnosticados con neumonía atípica.
Ante este panorama, gobernadores de toda la República, han sido enfáticos en corregirle la plana al gobierno federal, específicamente al IMSS. Es el caso de Silvano Aureoles Gobernador de Michoacán, que se quejó de la mala calidad de los equipos de protección enviados a los trabajadores de la salud en su Estado, lo que considera una falta de respeto por lo que no aceptará el material proporcionado por dicho Instituto.
En el mismo sentido Enrique Alfaro Gobernador de Jalisco, estableció la obligatoriedad de las medidas de aislamiento social, imponiendo sanciones de hasta 36 horas de cárcel a quien las incumpla, siendo la policía estatal la encargada de hacer valer lo anterior. En cuanto a las cifras de contagiados, Alfaro acusó al gobierno y su vocero de maquillar los números para esconder la realidad nacional, dejando sobre la mesa sus diferencias con el ejecutivo federal y el como han manejado la situación.
En el caso de Baja California, el Gobernador Jaime Bonilla, supuestamente aliado y amigo del presidente López Obrador ha acusado también a López-Gatell de utilizar informes con hasta dos semanas de desfase, tomando en cuenta que el Estado ha contabilizado 81 muertes y 652 contagios. No se puede explicar porqué las personas que mueren hoy en una entidad se contabilizan con 15 días de retraso. Incluso reclamó los datos de reducción de movilidad en Baja California, pues asegura, están tomadas de una plataforma de Apple sin tener en cuenta a usuarios de Android o Huawei.
Quien enfrenta un reto colosal es el Gobernador de Quintana Roo, Carlos Joaquín González, en primer lugar por la naturaleza de la actividad económica del Estado, con vocación eminentemente turística, donde los servicios están suspendidos y una gran cantidad de hoteleros, restauranteros y prestadores de servicios en general han tenido que recortar su plantilla laboral, lo que según el primer reporte de la Secretaría del Trabajo ha arrojado 63,847 personas que perdieron su empleo, lo que en si mismo es un problema mayúsculo, ante el cual está preparando un ambicioso plan de recuperación económica de la mano de los lideres hoteleros y turísticos de Quintana Roo.
En segundo lugar, no le ha temblado la mano para dictar medidas que extremen el distanciamiento social con el fin de romper la cadena de contagio. Ha restringido la movilidad en el Estado solo a quienes realicen actividades esenciales, ha ordenado el cierre de avenidas principales estableciendo filtros sanitarios, ha prohibido las reuniones públicas, determinó el uso obligatorio de cubrebocas y el abasto familiar tendrá que ser en la tienda más cercana al domicilio.
Además los ciudadanos deberán contestar una vez a la semana el cuestionario sobre el Covid-19, para ubicar y aislar casos de contagio, también ordenó que sólo deben abrir establecimientos esenciales y quien incumpla esta medida será duramente castigado así mismo se limitará el horario de venta de bebidas alcohólicas. Sin duda me parece que las medidas de Carlos Joaquín son valientes y aunque implican un costo político, las vidas de los Quintanarroenses son sin duda, más valiosas que cualquier cálculo.
Resulta paradójico que las medidas más fuertes y presuntamente mas eficaces, se encuentren desconectadas de las del gobierno federal. Pero lo que más me preocupa es esta locura de país que estamos generando, en donde nadie tiene confianza en nadie, en donde las autoridades, a veces con buena fe y otras inmersos en la lógica politico-electoral, se descalifican unos a otros, con la participación de algunos compañeros periodistas, dandole literalmente en la “madre” a la de por si erosionada confianza de la opinión pública en el manejo de esta crisis en todos los niveles de gobierno.
Me queda más que claro que si seguimos así, sin tomar una decisión de país, de cómo enfrentaremos esta desgracia, primero de salud y después en el terremoto económico que va a dejar sin dudad importantes secuelas en los hogares mexicanos, vamos a acabar primero locos y después pobres. Ante esto, de verdad lamento puntualmente la calidad de la clase política de este país, por que en este sentido tengo que darle la razón al presidente, sus adversarios están derrotados.
Todos le tienen pánico a la Unidad de Inteligencia Financiera, por una simple razón, no conozco uno que su estilo de vida vaya acorde a los ingresos que ha tenido por la vía legal. Por eso no hay quien pueda ponérsele en un dialogo frontal e inteligente al presidente. Porqué son producto de la “Peorcracia” la forma de gobierno en donde gobiernan los peores, por los peores motivos. No tienen ni “cataplines”, ni cara para plantarse enfrente y reprocharle.
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