Un brote de gripe nacido en la provincia de Shanxi, en China, se expandió por todo el mundo arrasando con millones de personas durante la Primera Guerra Mundial
Era un 4 de marzo de 1918 cuando en la base militar de Camp Funston, en Kansas, Estados Unidos, se registra la inusual muerte de 48 soldados por un brote de lo que en apariencia es una gripe común.
A partir de ese momento, autoridades sanitarias comienzan a tener reportes de más soldados -en un inicio- enfermos de una gripe que en pocos días acababa con sus vidas.
Pese a los distintos fallecimientos el escuadrón envía al resto de reclutas que han acabado su entrenamiento a Francia con motivo de las últimas batallas de la Primera Guerra Mundial.
En un periodo de dos años, el brote conocido como la gran gripe española, acabó con la vida de casi 50 millones de personas, convirtiéndose en la primera gran pandemia del Siglo XX.
A 108 años del primer registro de personas contagiadas, aún no se conoce con certeza el origen del mal, ni cómo fue que terminó con la vida de tantas personas en plena época moderna.
Existen numerosas hipótesis referentes al origen, alcance y consecuencias de la “gripe española”, la primera tiene que ver con el término “gripe española” la cual no fue dada porque se originara o tuviera su foco en España, sino por la libertad de prensa que existía en el país europeo respecto a otros países.
En plena contienda mundial entre trincheras, España fue de los pocos que informó de manera más neutral sobre la enfermedad y sus consecuencias, esto en medio de una Europa que no quería más alarmas que las propias de la Gran Guerra.
Así, mientras los países beligerantes de la Primera Guerra Mundial -Alemania, Austria, Francia, Reino Unido y Estados Unidos-, principalmente, evitaron el tema para no desmoralizar a sus tropas o mostrar debilidad ante los enemigos, España se batía contra la mediatización del fake “Spanish influenza”, término que apropió el corresponsal del The Times en Madrid en junio de 1918 para explicar el apogeo de la epidemia.
Para minimizar su asociación la prensa intentó rebautizarla con otros nombres, como “el soldado de Nápoles” o “la enfermedad de moda”, sin embargo ninguno pasó a la historia.
Sobre el origen de la pandemia existen dos teorías valoradas y mayormente avaladas.
La primera tiene que ver con el origen, Kansas, el cual en la época de 1900 y hasta 1960, concentraba gran número de personas de origen chino, y se sabe que en la provincia de Shanxi del país asiático, en 1917 irrumpió una enfermedad respiratoria que podría haber sido el primer episodio de la enfermedad.
Las investigaciones posteriores revelan que a la par de la guerra, en el invierno de 1917 y 1918, se habría movilizado a aproximadamente 96 mil trabajadores chinos para las líneas de las trincheras británicas y francesas en el frente occidental de la Primera Guerra Mundial, lo que hace pensar que el foco podría haber sido China y de ahí se habría se extendido por todo el mundo.
El historiador Christopher Langford señaló que China sufrió una de las tasas de mortalidad más bajas por la gripe española, “lo que sugiere que la población tenía cierta inmunidad a la exposición anterior al virus”.
En contraparte, España resultó ser uno de los países más afectados al tener 8 millones de infectados y más de 300 mil personas fallecidas.
Los datos arrojan que la gripe española cobró más vidas que las provocadas por la Primera Guerra Mundial, sobre todo adultos saludables de entre 20 y 40 años, en vez de niños y ancianos, normalmente más vulnerables.
El hecho se convirtió en uno de los primeros fenómenos médicos que demostraron la importancia de establecer protocolos sanitarios eficientes, ya que los médicos y pacientes a pesar de utilizar mascarillas de tela o gasa, no tenían acceso frecuente al lavado de manos.
Además los pacientes estaban agolpados en espacios reducidos y sin ventilación, lo que propagaba aún más la enfermedad, a la par que los cuerpos de los fallecidos se acumulaban en las morgues y cementerios.
La pandemia fue tan grave que de 1917 a 1918, la expectativa de vida en los Estados Unidos disminuyó 12 años, pasando a 36.6 años para los hombres y 42.2 años para las mujeres.
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