Se estima que en Latinoamérica entre dos y tres por ciento de la población de más de 40 años padece del síndrome de fatiga crónica
La fatiga física y mental; dolor de cabeza, articulaciones, músculos y garganta; ganglios linfáticos inflamados y sensibles al tacto; pérdida de concentración y sueño no refrescante ni reparador, son síntomas del síndrome de fatiga crónica (SFC), afirmó Óscar Prospero García, académico de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
Este extraño padecimiento, también denominado encefalomielitis miálgica, es en extremo incapacitante y puede confundirse con las afecciones del siglo: depresión, ansiedad y angustia.
Se estima que en Latinoamérica entre dos y tres por ciento de la población de más de 40 años sufre Síndrome de fatiga crónica; en Estados Unidos la cifra es de entre dos y tres millones, dijo.
Es más frecuente en mujeres, con una proporción de dos por cada hombre; aparece alrededor de los 40 años, pero los adolescentes no están exentos, y en muchos pacientes se presenta como una comorbilidad, es decir, va acompañado por una o más enfermedades.
“Con frecuencia los pacientes con Síndrome de fatiga crónica son ansiosos y aprensivos, por lo que es probable que padezcan también depresión”.
Si se sospecha tener la enfermedad, es importante acudir al médico, porque si se hace un diagnóstico incompleto o equivocado, los médicos no podrán tratarla y sus efectos se prolongarán indefinidamente, alertó el universitario.
Síntomas
Quien sufre Síndrome de fatiga crónica se siente agotado, como si viviera en una nube, y prácticamente no sale de casa. Aunque es muy incapacitante, no está catalogado como un padecimiento en las leyes laborales, en principio porque la mayoría de los médicos familiares tiene dificultades para diagnosticarlo, dijo.
“Por otro lado, cuando el médico le dice al enfermo que no tiene nada, le baja la autoestima y en consecuencia el cuadro clínico se agudiza”.
El investigador del Departamento de Fisiología indicó que el Síndrome de fatiga crónica puede confundirse con artritis reumatoide, pues los afectados se quejan de dolor articular; con alguna infección que ocasione molestia en los músculos; o con cáncer, pues uno de sus síntomas es la inflamación de los ganglios linfáticos.
“Por lo regular, con el síndrome se inflaman los ganglios linfáticos cervicales, del tórax hacia arriba, por lo que hay dolor de garganta, como si hubiera una infección”.
También pueden presentarse síntomas parecidos a los de un mal cardíaco, como dolor en el pecho. “Si es la parte media del pecho, no se trata de un infarto, pero si es la región precordial (encima del corazón) y el dolor se recorre al brazo izquierdo, debe atenderse como un potencial infarto”, aclaró.
De igual manera, debe descartarse el trastorno del sueño, una alteración neurológica que pudiera causar daño o fatiga; y trastorno motor, como el mal de Parkinson.
Según algunos criterios, los síntomas deben permanecer al menos por seis meses para que el diagnóstico sea positivo, pero algunos especialistas, como Prospero García, sostienen que es un plazo demasiado largo.
“Si se presenta uno o varios síntomas, debe atenderse de inmediato y someterse a estudios; cuatro semanas son suficientes para tener un diagnóstico, porque es posible que al cabo de seis meses ya haya consecuencias, pues el Síndrome de fatiga crónica tiene gran impacto personal, familiar y social”.
Prospero García consideró que es probable que un componente genético esté involucrado, pero no se ha investigado a fondo porque es prácticamente imposible crear modelos animales para estudiar la enfermedad.
Tratamiento
Cuando el síndrome de fatiga crónica es diagnosticado de manera correcta, el tratamiento es relativamente sencillo. Debe incluir terapia cognitivo-conductual, pues con ella se ayuda a la persona a percatarse cómo está viviendo su padecimiento; “pueden cambiarse los pensamientos de pacientes ansiosos, deprimidos o con otro trastorno psiquiátrico”.
También es recomendable un poco de ejercicio. Aunque se sufre fatiga y dolor muscular y articular, es importante alentarlos a caminar, pues junto con la terapia cognitivo-conductual, el ejercicio leve es determinante en su mejoría. “Si refieren una comorbilidad con depresión, pueden recibir tratamiento farmacológico”.
El académico de la FM advirtió que cuando una persona con SFC se queda en casa, el padecimiento cobra fuerza; además, se disparan los niveles de la hormona cortisol, que se libera como respuesta al estrés.
“Se cree que la condición invalidante de este síndrome y sus consecuencias (la pérdida del empleo, por ejemplo) hacen que los pacientes se estresen y el síndrome empeore. Es un ciclo que se retroalimenta y que es indispensable romper”, concluyó.
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