El INAH se sintió el dueño de la historia, pero eso ha ido cambiando para beneficio de todos, fue parte de lo que se dijo en la FIL Guadalajara
Tratar de resumir 80 años de trabajo del Instituto de Nacional de Antropología e Historia (INAH) no es un trabajo sencillo, ni siquiera para los cinco ponentes que hablaron en el Salón 2 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que además fueron algunos de los nombres que se incluyeron en el ejemplar que conmemora este aniversario.
Adriana Konzevik, coordinadora de Difusión del INAH, fue la guía de este viaje que contó con los testimonios y comentarios de Diego Prieto —director general de la institución—, Antonio García de León José Enrique Ortiz Lanz, Jaime Bali, Eduardo Matos Moctezuma, quienes realizaron un recuento puntual y detallado de los primeros esfuerzos para documentar el rescate, registro, conservación y difusión de la cultura de México, principalmente la indígena, que ha sufrido de manera particular para ganarse el lugar que se merece.
Diego Prieto, en un discurso que preparó para la ocasión, mostró las contradicciones en que el gobierno —en varias etapas de nuestra historia, no sólo en el siglo XX— ha caído al tratar de enaltecer la importancia de las expresiones culturales de los pueblos originarios de México, al tiempo que ha intentado frenar dichas manifestaciones al obligarlos a renunciar a sus idiomas, rituales y modos de vida.
Sin embargo, García de León mencionó que “no tenemos que destruir la herencia que se construyó antes del actual gobierno, pues en el INAH no todo ha sido malo”.
Para probarlo, mencionó algunas de las disciplinas relacionadas con la antropología que o surgieron en nuestro país o tomaron su mayor impulso: la etnohistoria, la microhistoria, el estudio comparado de la lingüística antigua, entre otros hitos.
Ortiz Lanz se encargó de compartir datos del INAH que sorprendieron a más de uno de los asistentes: 180 museos son parte de su red y, según los datos de un estudio de 2017, han llegado a recibir 20 mil visitantes en un año (84 por ciento nacionales; 20 por ciento, público educativo); cuenta con 660 mil piezas bajo su custodia, todas registradas en una base de datos que, a juicio del arquitecto, es una de las herramientas más amables y completas para los investigadores de este campo.
Sin embargo, también compartió los grandes retos a los que se enfrenta, como: la disparidad que existe entre los museos pequeños (que casi no reciben presupuesto) frente a los más grandes, que absorben casi todo el dinero disponible y la aparición de nuevos actores con los que se puede cooperar para enriquecer su trabajo.
“El INAH se sintió el dueño de la historia”, dijo, pero eso ha ido cambiando para beneficio de todos. Puso, además, sobre la mesa la labor de inclusión, que todavía está lejos de completarse, esfuerzos para más y mejores programas comunitarios y la tarea de quitarse la idea de que el gobierno debe ser el responsable de los contenidos de los museos estatales.
“Somos polémicos, pero tenemos capacidad para transformarnos”, cerró ante el aplauso de los asistentes.
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