1994 se considera como unos de los años más convulso y que, a 25 años muchas de las exigencias, siguen impunes o a la espera de verse resueltas
A propósito de que hoy se cumplen 25 años de la jornada electoral en la que Ernesto Zedillo Ponce de León fue electo presidente de México con el 49.69% del padrón (más de 17 millones de votos), los invito a hacer un repaso por el convulso 1994, el año que nos puso a prueba a los mexicanos.
Ese 21 de agosto de 1994, Zedillo Ponce de León es votado como presidente constitucional para el periodo comprendido entre el 1 de diciembre de 1994 al 30 de noviembre de 2000; pero esa jornada estuvo antecedida por una serie de hechos que empezaron desde el primer minuto de aquel año en el que se gestaron demandas de libertad, justicia, y esperanza, sin las que no sería posible entender el México actual.
Y es que, sin reponernos de los estragos de la fiesta de Año Nuevo y mientras entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), los mexicanos amanecimos el primero de enero de 1994 con la noticia de que, en Chiapas, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hacía su aparición pública, exigiendo una serie de demandas en favor de os derechos de los pueblos indígenas.
De esta manera, ese 1994 que además era un año electoral y en el que México daba un paso decisivo para incorporarse a la globalización y formar parte de los países del primer mundo, o al menos eso aseguraba el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, se empañó con el levantamiento armado en el territorio chiapaneco.
A pocas semanas de que dieran inicio las campañas políticas para competir por la presidencia del país, la atención pública se centró en las negociaciones que tuvieron lugar en San Cristóbal, Chiapas, encabezadas por quien se identificó como Subcomandante Marcos, Manuel Camacho Solís (de parte del gobierno) y el Obispo Samuel Ruiz como mediador.
En ese incipiente año en el que el tipo de cambio bancario rondaba los tres pesos por dólar, que todavía estaba reciente la privatización masiva de diversas empresas e propiedad del Estado, en que los mexicanos seguían acostumbrándose al “nuevo peso” y cada noche seguían la suerte de Juan del Diablo en el exitosísimo remake de Corazón Salvaje, de pronto llegó el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Candidato a la presidencia por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Colosio Murrieta murió en Tijuana, Baja California el 23 de marzo de 1994 y con su muerte que sacudió al sistema político mexicano, surgieron y empezaron a difundirse todo tipo de teorías de la conspiración.
Acentuadas por su discurso del 6 marzo previo, en el que decía:
“Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”.
En un ambiente de confusión y consternación por el magnicidio efectuado en una de las colonias más desfavorecidas de Tijuana, Ernesto Zedillo Ponce de León fue designado como sustituto para competir como candidato del PRI en las elecciones presidenciales de México, previstas para el 21 de agosto.
Economista de 42 años, Zedillo Ponce de León se había desempeñado como coordinador de la campaña de Colosio y era considerado como uno de los hombres de confianza del presidente Salinas de Gortari.
Finalmente, en lo que entonces se denominó como “las elecciones del miedo”, la ciudadanía votó por la continuidad del partido en el gobierno, más como una manera de contrarrestar su temor a la desestabilización del país, pues entonces había la percepción de que el gobierno saliente había generado un clima de progreso. Pese a los muchos cuestionamientos sobre el beneficio de muchas de sus decisiones y programas.
Pero apenas había pasado un mes de las elecciones cuando, la mañana del 28 de septiembre, a unas calles de Paseo de la Reforma, fue asesinado José Francisco Ruiz Massieu, secretario General del PRI y excuñado del todavía presidente Carlos Salinas de Gortari.
Pasadas las 9:00 de la mañana de ese 28 de septiembre, Ruiz Massieu había terminado un desayuno con 180 diputados electos de su partido en el Hotel Casa Blanca, ubicado en la céntrica calle de La Fragua, y al querer abordar su automóvil, “un tirador solitario” se le acercó y tras sacar una pistola nueve milímetros, le dispara a quemarropa del lado izquierdo del cuello.
Antes de que pudiera propinar un segundo tiro, el arma se encasquilla y el tirador sale huyendo a pie, siendo detenido poco después mientras el excuñado de Salinas de Gortari y padre de la excanciller Claudia Ruíz Massieu, era trasladado al Hospital Español en donde es declarado muerto. Dando paso a una tercera investigación oficial que, hasta la fecha ha dejado más dudas que certezas.
En este contexto, el tiempo siguió su curso y llegó finalmente el relevo presidencial del 1 de diciembre, al que siguió lo que fue se nombró como “El Error de Diciembre”. Acontecimiento que marcó el inicio de la peor crisis económica en la historia de México.
La crisis económica que los mexicanos enfrentamos a lo largo de 1995 no solo afectó considerablemente las finanzas del Gobierno Federal, sino también a miles de empresas y millones de ciudadanos que en ese momento habían contraído deudas importantes -alentados por el clima de prosperidad del sexenio recién terminado-, y una buena parte de esas deudas eran en dólares y o con tasas de interés variables, las cuales de la noche a la mañana se vieron imposibilitados de pagar, pues se dispararon desmesuradamente.
La devaluación del peso mexicano que de 3.46 pasó a 4.99 frente al dólar al final de ese año, (significando un alza de 44 por ciento), y tras varios altibajos, finalmente en noviembre de 1995, la divisa estadounidense ya rondaba los 8.13, en muchos casos se tradujo en pérdidas económicas para familias que perdieron sus casas, negocios y autos. Generando una sensación de pérdida e incertidumbre generalizada, cortando de tajo las comodidades y privilegios de las que hasta ese momento la clase media había gozado, gracias al espejismo económico.
Como si faltara algo que sacudiera el maltrecho ánimo de los mexicanos, o al menos de los habitantes de la zona centro del país, el 21 de diciembre de 1994 concluyó un largo periodo de reposo del volcán Popocatépetl, “despertando” y encendiendo las alarmas tras lanzar su primera emisión de ceniza en 67 años. Desde ese día la actividad volcánica no ha parado.
Por esto es que, 1994 se considera como el año al que los mexicanos sobrevivimos y que, a 25 años de distancia muchas de las dudas y exigencias, siguen impunes o a la espera de verse resueltas.
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