Cada transición presidencial está marcada por momentos únicos que reflejan el contexto político y social que atraviesa la gestión entrante
La democracia mexicana es un ejercicio duramente cuestionado por miles de ciudadanos que sexenio tras sexenio dudan de la legalidad de las elecciones cuando éstas no benefician a su candidato.
No obstante, la democracia en México es un acto palpable y real que se puede comprobar en las gestiones administrativas de cada presidente, desde que inicia su mandato hasta que concluye.
Cada transición presidencial viene marcada por momentos únicos que reflejan el contexto político y social que atraviesa la gestión entrante y la que se despide.
El hecho histórico: Vicente Fox Quesada
Después de 70 años de régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la victoria de Vicente Fox Quesada representó una bocanada de esperanza y aire fresco para una sociedad cansada del partido “oficial”.
Con un Congreso de la Unión dominado por el PRI, pero con el Poder Ejecutivo recayendo en el principal partido de oposición, el primer presidente de la República procedente de filas del Partido Acción Nacional, fue duramente señalado y alabado bajo diversos argumentos.
La nacionalidad de sus padres, Mercedes Quesada Etxaide -española- y José Luis Fox Pont -irlandés-, provocó la modificación del artículo 82, vigente a partir del 31 de diciembre de 1999, que suprimió el requisito de ser hijo de padres mexicanos por nacimiento para acceder a la Presidencia.
Tras darse a conocer su triunfo en las elecciones, miles de mexicanos se volcaron en el Ángel de la Independencia para celebrar un cambio de régimen.
Esperanzados por el populismo del guanajuatense que llamaba a sus oponentes con sobrenombres, y les hacia confrontaciones sobre actos de corrupción, el mandatario rompió todo protocolo durante su toma de protesta cuando desde el estrado saludó a sus hijos con un “Hola Ana Cristina, Hola Paulina, Vicente y Rodrigo”.
Horas antes, rompiendo una tradición de laicismo de más de 140 años, Fox acudió a la Basílica de Guadalupe a orar, mientras los ocho partidos representados en el Congreso fijaban sus posturas frente al cambio de gobierno.
Después se trasladó al popular barrio de Tepito, en donde desayunó rodeado de “niños de la calle”. Y enseguida se trasladó al Congreso de la Unión a rendir su protesta y al finalizar la ceremonia en el Congreso marcha al Auditorio Nacional.
Entre gritos, burlas e insultos de los legisladores priístas, Fox leyó un discurso en la Cámara de Diputados titulado “La revolución de la esperanza” durante un poco más de una hora, mientras en algunas calles del centro de la ciudad y en el Monumento a la Revolución se llevaban a cabo mítines y marchas que eran reprimidas por granaderos y policía montada.
En sus palabras, ofrece poner fin al autoritarismo y a la presidencia omnipresente. Enfatiza que hoy se cierra una “etapa histórica marcada por el autoritarismo” en alusión condenatoria a los gobiernos revolucionarios y en contraste, ensalza a los héroes panistas fallecidos, así como a Colosio, Vasconcelos, Lombardo Toledano, Campa, Revueltas, Nava y Heberto Castillo.
En el Auditorio Nacional, acondicionado con tres megapantallas y dos torres de bocinas, ante casi diez mil invitados Fox pronunció un discurso en tono coloquial y nada solemne; señala que “el desafío apenas empieza”; pero los invitados corean “Sí se pudo, sí se pudo, sí se pudo”.
El señalamiento del fraude electoral: Felipe Calderón Hinojosa
En una ceremonia plagada de incertidumbre, tensión y gritos entre las fuerzas políticas, Felipe Calderón Hinojosa realizó una breve toma de protesta de no más de diez minutos.
El cerrado resultado electoral hizo tambalear la credibilidad del Instituto Federal Electoral, provocando movilizaciones y marchas de ciudadanos que acusaban de fraude las elecciones organizadas.
En un ritual del que no se tienen antecedentes, Vicente Fox Quesada se despojó de la banda presidencial cuatro minutos antes de concluir su mandato constitucional, para entregarla al nuevo mandatario en medio de rechiflas y el grito de “voto por voto, casilla por casilla”.
La llegada del presidente electo y su salida fue un misterio para los presentes y para los propios medios de comunicación que dudaban de si el acto protocolario se realizaría.
En las imágenes en las que se veía la tribuna tomada por legisladores del PAN que se atrincheraban para evitar que miembros del PRD provocaran algún conflicto, la presencia de Marta Sahagún, esposa de Vicente Fox, y de Margarita Zavala, esposa de Calderón Hinojosa, no se apreciaron.
En las calles, miles de simpatizantes del entonces candidato Andrés Manuel López Obrador tomaban las principales avenidas de la ciudad y se enfrentaban a elementos de la Secretaría de Seguridad Pública, que resguardaban el Palacio Legislativo, Palacio Nacional y el Auditorio Nacional, a donde se dirigió Calderón a dar un discurso.
El regreso del PRI a Los Pinos: Enrique Peña Nieto
La ceremonia constitucional y el primer mensaje de Enrique Peña Nieto como presidente estuvieron inmersos en una serie de particularidades como las pancartas en San Lázaro y los enfrentamientos de manifestantes contra la fuerza pública en las cercanías del Palacio Legislativo y el Centro Histórico.
En las inmediaciones de San Lázaro, ciudadanos, jóvenes e integrantes del movimiento #YoSoy132 se manifestaron en contra de la toma de protesta de Enrique Peña Nieto y el regreso del PRI al poder.
En medio de gases lacrimógenos, encapuchados lanzaron piedras, vandalizaron negocios, derribaron barricadas y se enfrentaron a golpes con policías afuera de San Lázaro, en Eje Central, en Avenida Juárez y al exterior de Palacio Nacional, lo que dejó un saldo de al menos 20 personas heridas.
Además, protestantes tomaron un camión de basura y lo estrellaron contra las vallas dejando siete heridos.
A paso veloz, Peña Nieto llegó a una Cámara de Diputados rodeada de vallas metálicas. En el interior del recinto llovían billetes de papel, que legisladores de izquierda aventaban.
Entre aplausos y silbidos de rechazo, el priista realizó su juramento subiendo la voz cada vez más por el aumento del bullicio. Luego, en un acto insólito, Felipe Calderón besó la banda presidencial tras despojársela.
Peña Nieto recibió la banda presidencial de manos del entonces presidente de la Cámara de Diputados, Jesús Murillo Karam, quien durante su sexenio fungió como Procurador General de la República, hasta que en 2015, fue removido del cargo luego de la “verdad histórica” del caso Ayotzinapa. El acto protocolario en el Pleno duró menos de 20 minutos.
Peña Nieto ofreció su primer discurso como Presidente de la República a mediodía en Palacio Nacional, donde dio a conocer sus 13 ejes de gobierno. Mientras que Andrés Manuel López Obrador arribó al Ángel de la Independencia para encabezar un acto de protesta en el que se declaró a sí mismo como “Presidente Legítimo”.
Una lucha de 12 años al fin concretizada: Andrés Manuel López Obrador
Después de haber luchado por alcanzar la Presidencia de la República en dos procesos electorales anteriores, el tabasqueño López Obrador se alzó con el triunfo presidencial en unas elecciones que lo colocaron como el presidente con más votos recibidos en la historia del país.
La toma de protesta del mandatario salido de las filas de un partido político fundado por él mismo, se realizó con la mayor de las cordialidades que haya visto el Congreso de la Unión en 18 años, en gran medida gracias a que la Cámara Baja se encuentra liderada por integrantes de la bancada de Morena, quienes ven en López Obrador la figura de un líder político y social.
Con un discurso en el que se reiteran las promesas de campaña repetidas a lo largo de 12 años por todo el país, el mandatario fue interrumpido apenas en dos ocasiones por los legisladores que le exigieron justicia para los 43 estudiantes asesinados en Ayotzinapa, y cuando agradeció la presencia del presidente venezolano, Nicolás Maduro, a quienes los asambleístas acusaron de ser un dictador.
Con un Zócalo capitalino abarrotado, la misma gente que se volcó a las calles para arropar el triunfo de su candidato, se unieron a él en una ceremonia en el que las “raíces indígenas” llenas de misticismo, energía y limpias, “hermanaron” las palabras que el Presidente de la República dio a lo largo de casi dos horas.
Bajo un clima de representación popular y con una oposición respetuosa de los resultados democráticos, la gestión de Andrés Manuel López Obrador es el reflejo de una sociedad cansada de actos de corrupción política que las dos alternancias pasadas no lograron eliminar.
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