“Los derechos humanos se violan no solo por el terrorismo, la represión, los asesinatos. Sino también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y estructuras económicas injustas que originan las grandes desigualdades”
Papa Francisco
A lo largo de la historia hemos sido testigos de cómo muchas civilizaciones de seres humanos, por distintos motivos, han decidido migrar de un lugar a otro, de un continente a otro. Estas causas o motivos, varían a partir de que el ser humano decidió establecerse y domesticar animales y plantas regularmente para su consumo, sin embargo, lo que la especie humana no ha logrado domesticar es esa ineludible ambición por el poder, sí, el capricho ante la supremacía.
Previo a la conquista o invasión por parte de los europeos a nuestro continente, existían una infinidad de culturas que se regían por ciertos códigos y costumbres, pero cuando cedimos a la emancipación, se establecieron nuevos hábitos y echó raíz el cristianismo, sometiendo a través de la imposición de la iglesia católica a nuevos territorios que hoy conocemos como América del norte y América Latina, el corazón de ambos, México.
A 500 años de la invasión europea, sabemos de los procesos históricos de independencia de muchos países que pasaron de los llamados virreinatos a ser repúblicas independientes. Hoy, todos han abordado la idea de ser una república para convertirse en espacios de lucha por el poder, actividad tan humana como el propio ser humano.
Honduras, Guatemala, Venezuela, Nicaragua, El Salvador -por mencionar algunos- se han enfrascado en estériles luchas con el objetivo de gobernar bajo distintas ideologías, es decir, ya no es la fe sobre una deidad todopoderosa, ahora son la economía nacional o el libre comercio; ya no es el creer en algo o en alguien, sino el cómo desarrollarse, la diferencia de clases entre quien lo tiene todo y el que nada posee.
Las marchas de migrantes buscan espacios para desarrollarse, tener una mejor vida a costa de dejar el suelo que los vio nacer ante la búsqueda permanente de un espacio de paz, estabilidad económica y familiar.
La mal llamada marcha de migrantes, no es más que un grupo de seres humanos que huye de los conflictos locales por el poder en busca del sueño norteamericano, pero la realidad es lamentable, cruda y lamentable, porque jamás serán bienvenidos o considerados como parte de esa nación.
Al invadir las fronteras de México, lo hacen recorriendo un país cuya soberanía están menoscabando. A lo largo de su marcha y caravana por México, muchos de ellos tratarán de quedarse sin papel alguno que acredite un modo honesto de vivir, sembrando confusión y caos en un México que solamente usarán de paso para terminar siendo rechazados en Estados Unidos, formando un tapón humano en nuestra frontera norte insostenible para cualquier nación.
La historia escribirá uno de sus peores capítulos ante este éxodo centroamericano disfrazado de caravana. ¿Seremos capaces de revertir lo que se encamina a ser un conflicto multinacional en suelo mexicano?
Claudia Mollinedo
Analista político y conductora de noticias
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