En un hecho condenable y totalmente violatorio de la autonomía universitaria, la noche del 18 de septiembre de 1968 el Ejército ingresó a Ciudad Universitaria con cinco carros de asalto blindados y 24 transportes militares
El jueves 19 de septiembre, las primeras planas de los diarios nacionales reportaban la toma de Ciudad Universitaria a manos de elementos del Ejército Mexicano quienes, fusil en mano, realizaron decenas de detenciones de jóvenes que “se habían apoderado de los planteles para propósitos ajenos a los fines académicos”.
En un hecho condenable y totalmente violatorio de la autonomía universitaria, la noche del 18 de septiembre de 1968 el Ejército, en una acción en la que la fuerza derrotó a la razón, ingresó al campus de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con cinco carros de asalto blindados y 24 transportes militares.
El gobierno utiliza aquí a un agrupamiento de seguridad conocido como el “Batallón Olimpia”, cuyos miembros se identifican con un guante o pañuelo blanco en la mano izquierda. Actúan en coordinación con los soldados y los funcionarios de la Dirección Federal de Seguridad, quienes en días posteriores realizarán una verdadera caza de brujas a lo largo y ancho de la ciudad arrestando a los dirigentes estudiantiles que se encontraban escondidos en las casas de sus conocidos.
La PGR declararía en sus informes que “el gobierno […] tras casi dos meses de espera paciente y de tolerancia a injurias y a actos sediciosos […] con elementos del Ejército Nacional (sic) recuperó la Ciudad Universitaria de manos del ‘poder estudiantil’, en una operación rápida e incruenta”. A los estudiantes se les obliga poner las manos en la cabeza o en alto y a estar pecho a tierra en la explanada de Rectoría. Ante la presencia de las cámaras, los estudiantes optan por poner sus manos con la “V” de victoria.
Cuando los soldados pretendían arriar la bandera de Rectoría, los estudiantes se pusieron en pie y entonaron el Himno Nacional. El rector Javier Barros Sierra afirmó que la ocupación militar de CU “había sido un acto excesivo de fuerza que la Universidad no merecía”. Los fotógrafos y camarógrafos son desalojados también de la zona y observan el despliegue de las fuerzas del estado sobre la Av. de los Insurgentes y Copilco, notando además la presencia de padres de familia que se aglutinan preocupados de que sus hijos se encuentren entre los detenidos. En total 1,500 personas serían arrestadas y enviadas a la prisión de Lecumberri o a la PGJDF.
Una de las pocas voces críticas que existían en ese entonces en los medios de comunicación, Gilberto Keith, editorialista de El Excélsior, diario dirigido por Julio Scherer García, exclamaba: “Grave decisión ha tomado el gobierno de la República al desalojar, mediante la fuerza pública, varios recintos de la Universidad Nacional Autónoma de México…La fuerza sólo se emplea cuando la política queda rebasada”.
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