Ya en otras ocasiones científicos conservacionistas han advertido del impacto de los gatos libres y salvajes en el ecosistema global, clasificándolos entre las 100 peores especies invasoras no nativas en el mundo
Las autoridades de una pequeña y pintoresca aldea costera del sur de Nueva Zelanda de nombre Omaui han propuesto una iniciativa para convertir el lugar en una zona libre de gatos domésticos. Esto como parte de un proyecto de ley para controlar las plagas propuesto por el consejo local —y que se puede votar desde el pasado martes hasta el 23 de octubre— y el cual estipula que los ciudadanos tendrán que registrar a sus mascotas, ponerles un microchip y castrarlas, y además no podrán adquirir una nueva cuando sus compañeros de cuatro patas mueran por causas naturales.
El proyecto de ley prevé sanciones y avisos para aquellos que no respeten la prohibición y, según las autoridades, como “último recurso absoluto” la mascota será separada del propietario.
Los propulsores de la iniciativa se justifican diciendo que los gatos suponen un peligro para la fauna salvaje del área. “No odiamos a los gatos, pero queremos que nuestro entorno sea rico en fauna silvestre”, afirma John Collins, presidente de la organización ambientalista local Omaui Landcare Charitable Trust y defensor de la propuesta. Collins explica que en su jardín ha visto a gatos “despedazando” aves nativas.
Por su parte, otros residentes de Omaui afirman que se opondrán activamente a cualquier intento de prohibir los gatos domésticos en el área. Nico Jarvis, una activista que está del lado de los felinos, cree que los gatos son la única forma de combatir el problema de los roedores. “Si no puedo tener un gato, para mí vivir en mi casa es casi insalubre”, ha remarcado.
“Es como un estado policial”, protesta Jarvis, que se queja de que la iniciativa “ni siquiera regula la capacidad para tener un gato”. “Te está diciendo que no puedes tener un gato”, lamenta.
Pero el debate sobre la población de gatos y ecosistemas locales no es único de Omaui. Ya en otras ocasiones científicos conservacionistas han advertido del impacto de los gatos libres y salvajes en el ecosistema global, clasificándolos entre las 100 peores especies invasoras no nativas en el mundo.
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